27.5.10

EL CASTIGO ECLESIÁSTICO DE LAS FIESTAS


En 1946, el Obispo de Calahorra, Don Juan Piñero Osorio, culpó a los romeros de inmorales. Señalaba que la romería se hacía de forma poco ordenada, que el fervor religioso había decaído y que se comía y bebía en exceso, aprovechando para practicar todo tipo de indecencias. Así que introdujo diversos cambios en la celebración de la romería: una rígida reglamentación para los asistentes a la misma y una variación en el recorrido. Con respecto a la primera, dictaminó que a partir de ese año la gente debería ir ordenadamente en filas y de dos en dos, los varones en un lado del camino y las mujeres al otro, separados y sin hablar entre ellos y continuamente rezando. El recorrido fue acortado prácticamente a más de la mitad; en vez de ir hasta la ermita del Santo, se detenían en la parroquia de Santa Marina de Bardauri y sin detenerse ni a comer ni a beber, regresaban a Miranda.
Las cuadrillas responden a estos hechos recordando al Obispo los males que podía acarrear en Miranda, debía de guardarse la costumbre, pues la devoción a San Juan del Monte había propiciado grandes bienes, sobre en sus cosechas. El Obispo permitió, mientras los romeros oraban en Bardauri, acudir a la ermita del Santo a un cura y a cuatro representantes de las cuadrillas. Pese a estas prohibiciones, algunos, siguieron subiendo ocultamente a la ermita del Santo en el día de la Fiesta.
Pero fue el Arzobispo de Burgos, Don Juan Antonio de los Tucros, quien dió el golpe más duro a la romería en 1794. Concienciado con este tipo de celebraciones, decía que se habían convertido en meras fiestas profanas, donde lo menos importante era el elemento religioso, indicando que “hay romerías que por la corrupción de los siglos vienen a ser poco menos que ramerías…”, poniendo como ejemplo más negativo a la de San Juan del Monte, a la que amenazaba diciendo que “a pretexto de devoción a San Juan del Monte, se juntan cuadrillas de ambos sexos con mil escándalos y peligros en el día y en la noche de San Juan Evangelista. Desde luego voy a tomar las providencias más serias para abolir la memoria de tal abuso en aquel monte… “ Con este último ataque a la romería, la ermita fue derruida en los últimos años del siglo XVIII, por lo que aquellos intentos de 1646, de recortar y depurar la procesión parecían a punto de conseguirse.
En 1963 las fiestas se ganaron el respeto del clero. Durante la Bajada de los Romeros, al enterarse del fallecimiento del Papa Juan XXIII, la música de las charangas cesó, recogieron las pancartas y bajaron en absoluto silencio. La iglesia finalmente cambia de opinión con respecto a las fiesta de San Juan del Monte, deja de verlas como una fiesta profana. Jose Ruiz

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